miércoles, 14 de octubre de 2009

Cotidianiedad y museos



(Extraido de la ponencia "La ciencia en la vida cotidiana" - Continuación)

(…)
A lo largo de más de 3 décadas de experiencia en el campo de los museos, las personas han debatido la definición de ellos. Me encuentro entre esas personas; he argumentado que las fronteras de los museos están expandiéndose y que la expansión puede ser un proceso positivo. Varios de mis escritos han sido sobre la importancia de los museos en construir y reconstruir comunidad. Rotundamente creo que los museos pueden fomentar la cohesión social y la civilidad. Tomar seriamente a los museos en su papel de constructores de co­munidad no es fácil y requiere una multifacética y consistente responsabilidad (Heumann, 2006).

Esa responsabilidad, para el caso de los centros de ciencia, está relacionada con la tarea de construir cultura científica, hacerla más cotidiana y real. Sin embargo, la ciencia, cuya imagen en el público está relacionada con lo que se hace en los laboratorios y con lo que pasa en los campos de “frontera” (ciencia de punta), no pareciera tener en la mente del ciudadano una connotación de cotidianidad. Para la mayoría de los que podríamos llamar “legos” en temas de ciencia, el quehacer científico es algo ajeno a lo que se hace diaria­mente y pese a que es incuestionable el papel de la ciencia en el desarrollo de una nación, la mayoría de la población considera el quehacer científico obra de terceros, sin tener en cuenta el papel fundamental que la ciencia puede tener en sus vidas

Las informaciones científicas introducidas en el saber cotidiano no sirven solamente como guía del saber práctico. Pueden también satisfacer simplemente el interés y la curiosidad del hombre. El interés y la curiosidad hacia el ser-así de las cosas constituyen indudable­mente el germen de la actitud teorética en el pensamiento cotidiano. Representando aquel comportamiento humano necesario para que surja la ciencia (Héller, 2002).

Como se deriva del texto mencionado, el proceso de hacer cotidiana la ciencia y su que­hacer, es un trabajo fundamental y de características circulares; por un lado, a través de la ciencia no sólo es posible entender y desmitificar el mundo y así apropiarlo, sino que es factible detonar procesos en los que se logra realmente favorecer lo que podríamos llamar cultura científica.

El último siglo de autoexaminación –reinventando el museo– simboliza el movimiento ge­neral de desmantelamiento del museo como una torre de marfil de exclusividad y hacia la construcción de una institución cultural más responsable socialmente en el servicio al público. Mientras las semillas del cambio fueron sembradas por pensadores como John Cotton Dana, ha sido casi una centuria de debates y discusiones para que el museo abra­ce el núcleo de algunos de los principios expuestos por Dana. El diálogo desarrollado y la aceptación general de la nueva ideología por un amplio segmento de los profesionales del museo indica que el desplazamiento del paradigma de museos centrados en la colección a museos centrados en el público se ha llevado a cabo (Anderson, 2004).

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