martes, 14 de abril de 2009

La Reflexión, proceso formativo y liberador


En entradas anteriores se presentó la Experiencia, como primer elemento en el paradigma ignaciano, siendo el siguiente la Reflexión

(48) En este nivel de la REFLEXIÓN, la memoria, el entendimiento, la imagi­na­ción y los sentimientos se utilizan para captar el significado y el valor esen­cial de lo que se está estudiando, para descubrir su relación con otros aspectos del conocimiento y la actividad humana, y para apreciar sus implicaciones en la búsqueda continua de la verdad y la libertad. Esta REFLEXIÓN es un proceso formativo y liberador. Forma la conciencia de los alumnos (sus creencias, valores, actitudes y su misma forma de pensar) de tal manera que les impulsa a ir más allá del puro conocer y pasar a la acción.

(49) Con el término reflexión queremos expresar la reconsideración seria y pondera­da de un determi­nado tema, experiencia, idea, propósito o reacción espontá­nea, en orden a captar su significado más profundo. Por tanto la reflexión es el proce­so por el cual se saca a la superficie el sentido de la experiencia:

(50) • Cuando se entiende con mayor claridad la verdad que se está estu­diando. Por ejem­plo «¿Qué es lo que se está presuponiendo en esa teoría del átomo, en tal expo­si­ción de la historia de los pueblos indí­ge­nas, en este análisis estadístico? ¿Son los resultados válidos? ¿Son hones­tos? ¿Es posible partir de otros presu­puestos? ¿Aparecerían otros re­sul­tados si se hubieran hecho otras hipótesis inicia­les?»

(51) • Cuando se descubren las causas de los sentimientos o reacciones que estoy experi­mentando al considerar algo atentamente. Por ejem­plo: «Al estu­diar este episo­dio, ¿Qué es lo que me interesa más particularmente? ¿Por qué? ¿Qué es lo que me causa perplejidad en esta traducción? ¿Por qué?»

(52) • Cuando se comprenden más a fondo las implicaciones de aquello que he llegado a entender por mi mismo o con ayuda de otros. Por ejemplo: «De los esfuerzos medioambientales para controlar el efecto invernadero, ¿qué conse­cuencias posibles pueden seguirse para mi vida, la de mi familia o de mis amigos, y para las vidas de los pueblos de los países pobres?»

(53) • Cuando se logran tener convicciones personales sobre hechos, opi­nio­nes, verdades - distorsionadas o no -, y cosas semejantes. Por ejemplo: «La mayo­ría de la gente consi­dera que un reparto más iguali­tario de los recursos del mun­do sería desea­ble, más aún, es un impera­tivo moral. Mi propio estilo de vida, y tantas cosas que me parecen nor­ma­les y doy por supuestas, ¿pueden contribuir quizás a esta desi­gual­dad? ¿Estoy dispuesto a reconsiderar lo que necesito para ser feliz?»
(54) • Cuando se logra comprender quién soy («¿Qué me mueve y por qué?») y quién debe­ría ser yo en relación a otros. Por ejemplo: «¿Cómo me influye la problemáti­ca sobre la que reflexiono? ¿Por qué? ¿Vivo con paz estas reacciones que se produ­cen en mi mismo? ¿Por qué? Si no, ¿por qué no?

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