jueves, 13 de agosto de 2009

Reflexiones sobre equipaje


El peligro del viaje está en las maletas, pues ellas nos pueden impedir apreciar la belleza que nos espera. Lo que llevamos en las maletas son la expresión de nuestros miedos, representan nuestras inseguridades. Todo lo que se lleva está directamente relacionado con el miedo de necesitar. Ropas de invierno y de verano – ¡el clima puede mudar en cualquier momento! – , medicinas, paraguas – ¿y si llueve? – Siempre que viajo tengo la pretensión de llevar mi mundo, tengo miedo de lo que voy a enfrentar, quiero hacer caber en un pequeño espacio todos mis significados. Es la preocupación natural de quien no le gusta vivir privaciones. Y nos justificamos, “puedo necesitar de esto o de aquello”. Así echo todo lo que puedo en el espacio de las maletas y después inevitablemente concluyo que más de la mitad de lo que llevé no me sirvió para nada.

Y descubro que partir es esa experiencia inevitable de sufrir ausencias y de que en esto precisamente está el encanto del viaje. Viajar es descubrir el mundo que no tenemos. Es tiempo de sufrir la ausencia que nos ayuda a percibir el valor del mundo al que pertenecemos.


Y entonces descubrimos el motivo por el que el poeta cantó: “Es bueno partir, pero es mucho mejor poder volver”. Y tiene razón, el partir nos abre los ojos para lo que dejamos, la distancia nos permite redimensionar los espacios que dejamos. Por eso partidas y llegadas son instrumentos que nos indican quiénes somos, lo que amamos y lo que es esencial para que continuemos siendo. Al ver un mundo que no es el mío me reencuentro con el deseo de amar aún más el mío propio. Por eso es tan necesario partir, salir en dirección de las realidades que nos ausentan, lugares y personas que no pertenecen al contexto de nuestras lamentaciones… hospitales, asilos, orfanatos… Ver el sufrimiento de cerca, tocar la herida que no duele en nuestra carne, pero que de alguna manera nos puede humanizar.


Andar en dirección al otro es también hacer un viaje; pero no lleves muchas cosas, no tengas miedo de las ausencias que sentirás. Al adentrarte en territorio ajeno, quién sabe si tus ojos se abrirán y verás de una forma nueva lo tuyo propio. No lleves mucho peso pues puede que eso no te permita encontrar al otro. No lleves cosas, llévate a sí mismo.


(Extraído de un artículo del P. Fabio de Melo, original en portugués)

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