(17) La misión (...), es «el servicio de la fe, de la que la promoción de la justicia es un elemento esencial». Es una misión enraizada en la creencia de que un mundo nuevo de justicia, amor y paz necesita personas formadas en la competencia profesional, en la responsabilidad y en la compasión; hombres y mujeres que estén preparados para acoger y promover todo lo realmente humano, que estén comprometidos en el trabajo por la libertad y dignidad de todos los pueblos, y tengan voluntad de hacerlo así en cooperación con otros igualmente dedicados a modificar la sociedad y sus estructuras.
Necesitamos personas perseverantes y capaces de renovar nuestros sistemas sociales, económicos y políticos de tal manera que fomenten y preserven nuestra común humanidad, y liberen a las personas para dedicarse generosamente al amor y cuidado de los demás. Necesitamos personas, educadas en la fe y la justicia, que tengan la convicción poderosa y siempre creciente de que pueden llegar a ser defensores eficaces, agentes y modelos de la justicia, del amor y de la paz de Dios, en y más allá de las oportunidades habituales de la vida y el trabajo diarios.
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