
(De Pedagogía Ignaciana – un planteamiento práctico)
43 Usamos el término EXPERIENCIA para describir cualquier actividad en la que, junto a un acercamiento cognoscitivo a la realidad de que se trata, el alumno percibe un sentimiento de naturaleza afectiva. En cualquier experiencia, el alumno percibe los datos cognitivamente. A fuerza de preguntarse, imaginar e investigar sus elementos y relaciones, el alumno estructura los datos en una hipótesis. «¿Qué es esto? ¿Se parece a lo que ya conozco? ¿Cómo funciona?» Y sin mediar una elección deliberada surge ya la reacción afectiva espontánea, por ejemplo: «Me gusta... Me da miedo... No me van este tipo de cosas... Es interesante... Me aburro...»
(44) Al comenzar nuevas lecciones, el profesor puede percibir con frecuencia cómo los sentimientos de los alumnos les ayudan a crecer. Pues es raro que un alumno experimente algo nuevo en el estudio y no lo relacione con lo que previamente conoce. Los nuevos hechos, ideas, puntos de vista, o teorías, suponen casi siempre un desafío a lo que el alumno sabe sobre el tema. Esto implica un crecimiento, una comprensión más plena, que pueden modificar o cambiar los conocimientos que uno creía poseer ya satisfactoriamente. La confrontación de un nuevo conocimiento con lo que uno ya sabe, especialmente cuando lo nuevo no encaja exactamente con lo conocido, no puede limitarse simplemente a la memorización o asimilación pasiva de datos adicionales. El alumno se inquieta al darse cuenta de que no entiende las cosas plenamente. Y esto le empuja a nuevos intentos para comprender mejor, -análisis, comparaciones, contrastes, síntesis, evaluación-, todo tipo de actividades mentales y psicomotrices, en las que los estudiantes están atentos a captar la realidad más profundamente.
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