(De "Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico")
(59) 4. LA ACCIÓN: Para Ignacio la prueba más dura del amor es lo que uno hace, no lo que dice. «El amor se demuestra con los hechos, no con las palabras». El impulso de los Ejercicios Espirituales permitía precisamente al ejercitante conocer la voluntad de Dios, para llevarla a cabo libremente. Por eso, también, Ignacio y los primeros jesuitas estaban muy preocupados por la formación de las actitudes de los alumnos, sus valores e ideales, según los cuales iban a tomar decisiones en una gran variedad de situaciones en las que tendrían que actuar. Ignacio quería formar en los colegios de la Compañía jóvenes que pudieran contribuir inteligente y eficazmente al bienestar de la sociedad.
(60) • La reflexión de la pedagogía ignaciana sería un proceso truncado si terminase en la comprensión y en las reacciones afectivas. La reflexión ignaciana comienza precisamente con la realidad de la experiencia y termina necesariamente en esa misma realidad para actuar sobre ella. La reflexión sólo hace crecer y madurar cuando promueve la decisión y el compromiso.
(61) • En su pedagogía, Ignacio destaca el estadio afectivo/evaluativo del proceso de formación porque es consciente de que los sentimientos afectivos, además de permitir «sentir y gustar», es decir profundizar en la propia experiencia, son fuerzas motivadoras que le hacen pasar a uno de la comprensión a la acción y al compromiso. Respetando la libertad de cada uno, trata más bien de animar a la decisión y al compromiso por el «magis», el mayor servicio de Dios y de nuestras hermanas y hermanos.
(62) • El término ACCIÓN se refiere aquí al crecimiento humano interior basado en la experiencia sobre la que se ha reflexionado, así como a su manifestación externa.
Esto supone dos pasos:
1) Las opciones interiorizadas.
Después de la reflexión, el alumno considera la experiencia desde un punto de vista personal y humano. A la luz de la comprensión intelectual de la experiencia y de los sentimientos implicados, -positivos o negativos-, es cuando la voluntad se siente movida. Los contenidos percibidos y analizados conducen a opciones concretas. Estas pueden ocurrir cuando una persona decide que tal verdad va a ser su punto personal de referencia, la actitud o predisposición que va a influir en una serie de decisiones. Y puede adquirir la forma de una gradual clarificación de las propias prioridades. Es en este momento cuando un alumno puede decidir asumir tal verdad como propia, manteniéndose aún abierto respecto a dónde le va a llevar esa verdad.
2) Las opciones que se manifiestan al exterior.
Con el tiempo, estos contenidos, actitudes y valores interiorizados, forman parte de la persona, e impulsan al estudiante a actuar, a hacer algo coherente con sus convicciones. Si el contenido fue positivo, el estudiante probablemente intentará incrementar aquellas condiciones o circunstancias en las que la experiencia original tuvo lugar. Por ejemplo, si un alumno ha tenido éxito en educación física, se inclinará a practicar habitualmente algún deporte durante su tiempo libre. Si a una alumna le ha gustado la historia de la literatura, sacará tiempo para leer. Si otro encuentra valioso ayudar a sus compañeros en sus estudios, puede ofrecerse como voluntario en algún programa para ayudar a los estudiantes más flojos. Si él o ella aprecian mejor las necesidades de los pobres, después de haber vivido experiencias de servicio en áreas de marginación y haber reflexionado sobre ellas, esto podría influir en su elección de carrera o sentirse motivados a trabajar por los pobres en un voluntariado. Si el contenido fue negativo, entonces el alumno probablemente intentará contrarrestar, cambiar, discernir o evitar las condiciones y circunstancias en las que ocurrió la experiencia original. Por ejemplo, si el estudiante se da cuenta ahora de las causas de su fracaso escolar, podrá decidirse a mejorar sus hábitos de estudio para evitar otro fracaso.
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