lunes, 8 de marzo de 2010

Homenaje a la mujer maestra


(De "La Oración de la Maestra" de Gabriela Mistral)

"¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe;

que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza

sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto.

Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba,

la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren.

No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres,

para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes.

Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto

y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía,

para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo,

para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática

el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre;

hazme despreciadora de todo poder que no sea puro,

de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.

¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado.

Dame sencillez y dame profundidad;

líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas,

al entrar cada mañana a mi escuela.

Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales,

mis mezquinos dolores de cada hora.

Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia.

¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!

Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos".

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